La Tierra se encuentra en un constante riesgo. Ya que, en cualquier momento, podría suceder una colisión con un meteorito, asteroide o incluso algún otro cuerpo celeste. Un ejemplo de ello es el asteroide Bennu, el cual tiene un alto riesgo de impacto contra nuestro planeta.
Como hemos mencionado, la posibilidad de una catástrofe que involucre a la Tierra está siempre latente. Y las consecuencias para el planeta e incluso para la vida en general podrían ser fatales.
Recientemente, se han encendido las alertas por el posible impacto de un asteroide de 40-100 metros de diámetro. Ya que este podría causar una explosión de magnitud fatal. Asimismo, la posibilidad de que este asteroide colisione ha aumentado a un 2%. Lo que ya empieza a ser preocupante y ha causado que los científicos lo mantengan en constante monitoreo.
Este cuerpo celeste, podría colisionar con la Tierra en menos de una década (2032). Sin embargo, no es la única amenaza a la que se enfrenta el planeta, pues hay otro asteroide de gran magnitud que también tiene en alerta a la ciencia.
Se trata del asteroide Bennu, el cual tiene un diámetro de 500 metros, similar a la altura del edificio Empire State, según datos proporcionados por la NASA. En estos momentos, está catalogado como un asteroide potencialmente peligroso (PHA).
La posibilidad de colisión de un cuerpo mucho mayor contra la Tierra
Un equipo dirigido por el Centro de Física del Clima, del Instituto de Ciencias Básicas de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur). Tomó como modelo para el estudio al asteroide Bennu.
Este asteroide, también llamado “el asteroide de la muerte”, podría ocasionar daños considerables en caso de impacto con la Tierra. Aunque la fecha estimada de impacto es hasta el 2182, la posibilidad de aproximadamente 1 entre 2700.
Además, los efectos que causaría este impacto sí podría ser desastroso, provocando incluso que la Tierra se hunda en un invierno de 4 años. Lo cual se traduciría en alteraciones drásticas del clima a nivel global.
Efectos de la colisión de Bennu contra el planeta
El estudio llevado a cabo considera inyecciones de polvo de entre 100 y 400 millones de toneladas a la atmósfera. Las simulaciones muestran alteraciones drásticas en el clima, la química atmosférica y la fotosíntesis global en los siguientes 3-4 años posterior al impacto.
El peor de los escenarios contempla que hasta 400 millones de toneladas de polvo llegaran a la atmósfera. Al igual que aerosoles, escombros y cenizas. Situación que produciría un oscurecimiento solar.
Bajo ese sentido, la superficie de la Tierra se enfriaría hasta 4 grados. Aunque también las precipitaciones globales se reducirían un 15% y habría un grave azotamiento del ozono (aproximadamente un 32%). Esto desencadenaría un invierno global y caídas extremas de la productividad primaria neta.
Si este invierno es persistente, afectaría gravemente a la fotosíntesis global. Desplomando la productividad primaria neta hasta un 36% y la marina en un 25%. Además, provocaría condiciones climáticas desfavorables para el crecimiento de las plantas, pudiendo ocasionar crisis alimentarias.
Aunque los datos de los modelos apuntan a que el crecimiento del plancton se recuperaba en tan solo seis meses. Incluso, aumentaba hasta niveles que no se verían en condiciones climáticas normales. Sin embargo, también depende el contenido de hierro del asteroide y del material terrestre expulsado a la estratosfera.
De este modo, las regiones que no cuentan con hierro podrían enriquecerse de él, desencadenando una proliferación de algas sin precedentes. Por ejemplo, las diatomeas podrían florecer en el Pacífico ecuatorial oriental y en el Océano Antártico a lo largo de los siguientes tres años.
Sin embargo, aún no se han contemplado los efectos adicionales de las emisiones de hollín y azufre de los incendios forestales.