<31 de enero de 2024
El 26 de enero de 2005, Condoleezza Rice fue nombrada titular del Departamento de Estado en Washington. Se trató de la primer mujer afrodescendiente en ocupar el cargo, lo que también sirvió para catapultar el poder de una de las figuras más polémicas de la política exterior estadounidense en los últimos años.
Como titular de la dependencia federal, sustituyó nada más y nada menos que a Colin Powell, quien mintió desvergonzadamente ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en febrero de 2003 al aseverar que Irak producía armas químicas en la clandestinidad.
La puesta en escena descarada de Powell no fue suficiente para convencer al resto de miembros del Consejo de Seguridad, que por entonces votaban resoluciones con la intención de promover una solución diplomática, no militar, a la crisis internacional que se vivía en la Irak de Sadam Husein.
Entonces, Rice también se arrojó al engaño contra el pueblo norteamericano en torno a ese asunto.
El 18 de enero de 2003, el Washington Post sostuvo que Condoleezza Rice desempeñó un papel significativo en la formación de la opinión política del entonces presidente norteamericano, George W. Bush, sobre la necesidad de invadir territorio iraquí.
Sin lugar a dudas, ella respaldó de manera declarada la guerra contra Irak, finalmente desatada en 2003.
No obstante que Bagdad presentó ante Naciones Unidas una declaración donde negaba la existencia de armas de destrucción masiva en el país, Condoleezza Rice, que entonces era consejera de seguridad nacional, publicó una nota de opinión en enero de 2003 en el New York Times, titulada «Por qué sabemos que Irak está mintiendo». La funcionaria alegaba con liviandad que Irak no había procurado el desarme.
Sostuvo, además, que el comportamiento de Irak en los años anteriores no generaba confianza, por lo que la comunidad internacional no debía validar sus afirmaciones. Agregó, en paralelo a Bush, que el presidente Husein se comprometió a mantener y ocultar las armas de destrucción masiva, mientras interrumpía la labor de inspectores internacionales.
Cuando, en un documento de 12.200 páginas, Bagdad defendió ante Naciones Unidas la inexistencia de tales armas, Rice optó por ignorarlo y calificarlo de fraudulento.
Además de contribuir con ello a la desestabilización de Medio Oriente, cuando trabajó como titular del Departamento de Estado, entre 2005 y 2009, la política estadounidense tuvo más episodios controvertidos, como su postura ante las prácticas de tortura y otras formas de trato cruel y degradante, que Rice consideraba justificadas para obtener información relevante según los intereses de la seguridad nacional estadounidense.
No obstante, las prácticas de tortura del Ejército de Estados Unidos produjeron el repudio de la comunidad internacional en el escenario global, algo que no pareció preocupar especialmente a Rice.
Además, la funcionaria federal defendió la idea de «exportar la democracia» de su país a distintas partes del globo, a lo que contribuyó mediante proselitismo neoconservador.
Este enfoque enfrentó un desafío importante cuando el movimiento radical palestino Hamás obtuvo la mayoría electoral en las elecciones de 2006, un año después, precisamente, de que Condoleezza Rice asumiera el cargo de titular del Departamento de Estado, mientras países amigos de Estados Unidos, como Arabia Saudita y Egipto, mantenían sistemas autoritarios, lo que demuestra la hipocresía de Washington.
No obstante, la titularidad de Rice en el Departamento de Estado fue una de las más lucrativas para la industria militar, pues decenas de miles de millones de dólares fueron derrochados en armas estadounidenses en Medio Oriente durante la gestión de la política, con Egipto y Saudi Arabia como los principales beneficiarios, junto a Kuwait, Baréin, Catar, Omán y los Emiratos Árabes Unidos, además, claro, de Israel.
Ante el conflicto palestino israelí, por supuesto que Rice no buscó una solución equitativa, sino que participó de un periodo en que Washington impulsó un aumento del 25% en asistencia militar en favor de su aliado hebreo.
El legado de Rice, pues, no solo fue complicado, sino también trágico, por lo que probablemente en la posteridad será recordada no como la primera afrodescendiente en ocupar el Departamento de Estado, sino llanamente como una mujer mentirosa.