
Ayer se repitió el «lamento boliviano». Merecimos ganar, pero empatamos en casa. En Villa Ingenio no se escuchó la ovación del gol y el resultado fue un engañoso 0-0.
Hasta el más pesimista pensaba que se había superado la inefectividad ante el arco, porque Bolivia fue el cuadro que más atacó y Uruguay, aunque tuvo chispazos para llegar sobre el arco de Viscarra- especialmente en el primer tiempo- más se dedicó al negocio de perder el tiempo y defenderse.
Indudablemente la Verde dominó las acciones, con al menos treinta disparos sobre el arco del bien plantado Sergio Rochet que fue la mitad del equipo charrúa.
Al inicio del partido, la visita pretendió sorprender, con una propuesta de juego rápido y abierto. En cambio Bolivia tardó en reaccionar hasta el minuto 20, cuando un centro de tiro de esquina fue conectado por Héctor Cuéllar con un golpe de cabeza que resultó desviado.
Ramiro Vaca hizo lo suyo a partir de ese momento, y las líneas se iban ordenando de a poco. No alcanzó el esfuerzo de Robson y las salidas de Medina.
Mientras que el equipo de Bielsa comenzó a replegarse masivamente en su zaga.
El segundo tiempo fue una historia aparte para Bolivia, porque con los cambios promovidos por el cuerpo técnico, Fernández por Sagredo, Paniagua por Matheus, Algarañaz por Abrego, la cara del ataque simplemente fue maquillada.
Nuestro seleccionado siguió siendo el neto dominador, pero inefectivo a la hora de la llegada,
Mientras Uruguay contaba los minutos y exhibía cansancio, la fortuna jugó en contra de Bolivia.
A los 88 minutos, un desborde de Moisés Paniagua llegó a línea de fondo y sacó un centro al ras, llegando a la posición de Carmelo Algarañaz, quien delante del arco, sin marcación, falló.
Aún el hincha se pregunta si Ábrego hubiese podido concretar ese gol cantado…
Bielsa simplemente reforzó la resistencia de su cuadro. El fútbol se tornó lento, mientras que la tribuna desesperaba por todos los intentos abortados. Esa energía llegó a la cancha y el empate quedó cantado para alegría de la visita y la desventura de los 12 mil asistentes que salieron del estadio con la cabeza caliente.
El próximo 4 de junio, nuestro representativo se juega la vida, recibirá a Chile y 5 días después visitará a Venezuela, ambos rivales directos. Queda la esperanza porque matemáticamente, aún se puede.